LA EDUCACION SUPERIOR FRENTE A LOS DESAFIOS CONTEMPORÁNEOS
Introducción
Los procesos de
crecimiento, diferenciación y segmentación de la educación superior, que se
acentúan en América Latina a partir de los años 90, asociados a serios
problemas de calidad, equidad y relevancia, no son el resultado de políticas
públicas o económicas de los gobiernos de aquellos años, sino que del amplio
proceso de masificación de la educación superior que ha ocurrido en todo el
mundo desde entonces, proceso del cual América Latina participa con
retraso.
Los países
latinoamericanos han respondido a este proceso de dos maneras principales. En
algunos, las universidades públicas
crecieron hasta llegar a centenas de miles de estudiantes. En la medida en que
se tornaban inmanejables, esto llevó a la creación de universidades regionales,
y también a mayor abertura para la creación de universidades privadas. En
otros, como Brasil, Chile y Colombia, adonde ya había un sistema privado de
educación superior establecido, este sistema privado creció y absorbió la mayor
parte de la demanda, dejando las universidades públicas relativamente
protegidas.
Para entender lo
que ha pasado, y tener condiciones de pensar mejores alternativas para el
futuro, es necesario deshacer una narrativa bastante corriente sobre cómo eran
las universidades en la región hace tres
o cuatro décadas, sustituyéndola por una perspectiva más cercana a la realidad.
Esta narrativa equivocada, con algunas variaciones, es que, gracias al
movimiento de la Reforma Universitaria que empezó en Córdoba hace casi cien
años, las universidades públicas latinoamericanas se constituyeron como
instituciones democráticas, de alta competencia y orientadas a las cuestiones
de interés cultural y social, virtudes que las políticas de ajuste económico,
orientación hacia el mercado, búsqueda de eficiencia y privatización de los
años 90 trataron de destruir.
Desarrollo
Frente a los
desafíos provenientes del conocimiento contemporáneo y de la sociedad global,
es urgente estructurar las respuestas de las instituciones de educación
superior. En primer lugar, y ante un mundo en constante proceso de cambio, la
educación permanente aparece como la respuesta pedagógica estratégica que hace
de la educación asunto de toda la vida y dota a los educandos de las
herramientas intelectuales que les permitan “aprender a aprender” y adaptarse a
los nuevos requerimientos del mundo social y laboral, y a la expansión y
obsolescencia del conocimiento. No es así extraño que la revalorización del
concepto de educación permanente sea visto como el suceso más importante
ocurrido en la historia de la educación de la segunda mitad del siglo XX. La
educación permanente se corresponde con las características de la sociedad
contemporánea, donde el aprendizaje no puede circunscribirse a los años
escolares y se vuelve imperativa la reintegración del aprendizaje y la vida. Su
fundamento antropológico radica en la capacidad de los seres humanos de
educarse mientras viven. De esta manera, a la idea de la educación como
preparación para la vida sucede la idea de la educación durante toda la vida.
El imperativo del
cambio implica una Universidad al servicio de la imaginación y la creatividad,
y no únicamente al servicio de una estrecha profesionalización como,
desafortunadamente, ha sido hasta ahora entre nosotros. La educación superior,
de cara al siglo XXI, debe asumir el cambio y el futuro como consubstanciales
de su ser y quehacer.
La UNESCO,
comprometida con la idea de renovar la educación superior en el mundo, considera esencial que todos los sistemas de
educación al determinar su propia misión tenga en mente esta nueva visión
(énfasis en los procesos de aprendizaje más en los que de enseñanza), que
pudiera llamarse de la “Universidad proactiva”.
Tunnermann1 opina
que la clave del enfoque de la universidad da cara al siglo XXI está en la adopción
de la “Educación permanente”. Se impone revalorizar este concepto, dice él,
pues la idea de la educación como preparación para la vida es sucedida por la
idea de la educación durante toda la vida. Esto es, la integración de todos los
recursos docentes de que dispone la
sociedad para la formación plena del hombre durante toda su vida.
Conclusión
Lo que necesitamos
es una universidad que sea un centro de educación permanente para la
actualización y el reentrenamiento: una universidad con sólidas disciplinas
fundamentales, pero también con una amplia diversificación de programas de
estudio, diplomas intermedios y puente entre los cursos y las asignaturas, de
suerte que nadie se sienta atrapado y frustrado por sus escogencias previas. El
propósito deberá ser que los estudiantes salgan de la universidad portando no
solo sus diplomas de graduación sino también conocimiento, conocimiento
relevante para vivir en sociedad, junto con la destreza para aplicarlo y
adaptarlo a un mundo en constante cambio
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